Ha quedado ya solo una brisa en el ambiente. Aún esta nublado y las calles llenas de charcos. Los pajaritos que viven entre nosotros, bajan de las alturas donde se posan en el día, para poder aprovechar esa agua estancada. Y las personas ya no tienen que esconderse de la lluvia, para no mojarse.
Creo que todos nos escondemos de la lluvia, claro que muchos la aprovechan. Recuerdo que mi mamá siempre sacaba barriles para poder guardar esa agua, y así poder reutilizarla. Hoy que vivimos aquí, baja las plantas a las gradas para que éstas reciban esas gotas en la tierra donde yacen plantadas. Pero una lluvia fuerte siempre puede dañarlas, por lo que también las esconde de ella cuando eso pasa.
Hoy, camino al trabajo, antes que lloviese, venía sumergida en melancolía, sintiéndome triste sin una razón aparente, solo ha sido un sentimiento habitual. Escuchando música la cual no ayudaba en lo absoluto para salir de ese ánimo. Poco a poco mientras avanzaba y me iba adentrando en la carretera, también iba entrando a la lluvia. Todo empezó de forma regular con unas cuantas gotas, se intensificaba un poco y luego volvía a deternerse, pero casi cerca de llegar al trabajo me di cuenta que a las llantas de mi carro las cubría una capa de agua, que ya era muy difícil poder ver el camino y los demás carros. Puse mis luces de emergencia, bajé mi velocidad y respiré, teniendo en cuenta también la hora para poder llegar a tiempo. “¡No puedes!” me dije, «es tu vida o el trabajo» pensé. Bajé más la velocidad, mi corazón estaba agitado, me sentía nerviosa y me sentí frágil, propensa a un accidente con miedo de perder mi vista del camino, con miedo de la lluvia. Estaba a salvo en mi carro de mojarme, pero aún así no podía escapar de ella.
Llegué al trabajo, me estacioné, y aún seguía una lluvia tempestuosa. Salí rápido del carro pero igual logró mojarme un poco, pero había llegado ya, estaba a salvo. A pesar de ello, seguía agitada, ya que el corazón se toma sus minutos en calmarse, especialmente cuando se ha sentido tan expuesto.
Más de dos horas han pasado, se quedó la brisa, y charcos de agua en las calles, se escuchan los pajaritos saliendo de sus escondites. Como si nada hubiese pasado, como si ese momento solo fue un segundo donde pude salir ilesa, un pequeño fragmento de vida donde me inundó el miedo y la preocupación, de alertas en mi cuerpo con sensaciones de desesperación.

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